MIEDO AL SILENCIO
Toni Mollà
“No se producirá, algún día, una reacción a favor del silencio?” Se lo preguntaba Joan Fuster hace algunos años en un artículo titulado “Contra la música”. La duda es de máxima actualidad, sumergidos ya en el carnaval fallero, cristalización ritual del exceso indígena. Los días que preceden a las Fallas avanzan toda clase de acompañamientos ruidosos: la despertà, la mascletà, el disparo ininterrumpido de coetes en la vía pública o la música ambiental –de Luis Aguilé a Bruno Lomas, la Bulería de Bisbal y el Paquito el chocolatero en versión impune de King África.
Todo ello en perfecta paella, los valencianos hemos hecho del miedo al silencio un acusado signo de identidad colectiva. “Sospecho que el hombre de hoy produce ruido para no quedarse solo consigo mismo, para no verse obligado a pensar”, nos dejó escrito Nèstor Luján. Sin que sirva de precedente, hemos seguido a un maestro catalán al pie de la letra. La adaptación al decibelio marca nuestra posición en la escala evolutiva de Darwin. Los más sordos resisten mejor, como es lógico pensar. Shopenhauer aseguraba, por su parte, que la actitud de resistencia al ruido es inversamente proporcional a la inteligencia. No me siento reconfortado por el elogio. Debe ser la edad. Cada día soporto peor el grito histérico y la alegría compulsiva hasta la desmesura que me rodea durante estas fiestas, cada año más alargadas en el calendario. Manu Leguineche, otro militante comprometido con la causa de la tranquilidad, afirma en alguno de sus libros, que “los nórdicos nos han enseñado a hablar más bajo, pero no hemos querido aprender la lección.” Pero, claro, la rosa de los vientos, aquí, en “la millor terreta del món”, cada cual la sitúa a su antojo. En fin, en el año 1963, Joan Fuster, acusado de “heterovalenciano”, fue quemado en efigie durante un “auto de fe” fallero a las puertas del Ayuntamiento de Valencia. Años más tarde, el “heterovalenciano” silencioso confesaba que si un día se perdía que no lo buscásemos en Sueca sino en Florencia. Yo, estos días, prefiero Lucca, que, además, tiene enlace de low cost con el aeropuerto de Manises.
El Periódico de Catalunya, 2007